20 —¿Y
qué edad tiene esa señora que se cría para condesa? —preguntó
el del Bosque.
—Quince
años, dos más a menos —respondió Sancho—, pero es
tan grande como una lanza y tan fresca como una mañana de abril, y
tiene una fuerza de un ganapán.
—Partes
son esas —respondió el del Bosque— no solo para ser
condesa, sino para ser ninfa del verde bosque. ¡Oh hideputa, puta, y
qué rejo debe de tener la bellaca!
A
lo que respondió Sancho, algo mohíno:
—Ni
ella es puta, ni lo fue su madre, ni lo será ninguna de las dos,
Dios quiriendo, mientras yo viviere. Y háblese más comedidamente,
que para haberse criado vuesa merced entre caballeros andantes, que
son la mesma cortesía, no me parecen muy concertadas esas palabras.
—¡Oh,
qué mal se le entiende a vuesa merced —replicó el del Bosque—
de achaque de alabanzas, señor escudero! ¿Cómo y no sabe que
cuando algún caballero da una buena lanzada al toro en la plaza, o
cuando alguna persona hace alguna cosa bien hecha, suele decir el
vulgo: «¡Oh hi de puta, puto, y qué bien que lo ha hecho!», y
aquello que parece vituperio, en aquel término, es alabanza notable?
(…)
EL INGENIOSO HIDALGO
DON QUIJOTE DE LA MANCHA (2ª Parte. Capítulo 13)
Miguel de Cervantes.
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