15 Era el caso que aquel
año habían las nubes negado su rocío a la tierra y por todos los
lugares de aquella comarca se hacían procesiones. rogativas y
disciplinas, pidiendo a Dios abriese las manos de su misericordia y
les lloviese; y para este efecto la gente de un aldea que allí junto
estaba venía en procesión a una devota ermita que en un recuesto de
aquel valle había. Don Quijote, que vio los extraños trajes de los
disciplinantes sin pasarle por la memoria las muchas veces que los
había de haber visto, se imaginó que era cosa de aventura, y que a
él solo tocaba, como a caballero andante, el acometerla; y
confirmóle más esta imaginación pensar que una imagen que traían
cubierta de luto, fuese alguna principal señora que llevaban por
fuerza aquellos follones y descomedidos malandrines; y como esto le
cayó en las mientes, con gran ligereza arremetió a Rocinante, que
paciendo andaba, quitándole del arzón el freno y el adarga y en un
punto le enfrenó (…) y a todo galope, porque carrera tirada no se
lee en toda esta verdadera historia que jamás la diese Rocinante, se
fue a encontrar con los disciplinantes…
EL INGENIOSO HIDALGO
DON QUIJOTE DE LA MANCHA (Capítulo 52)
Miguel de Cervantes
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