19. - Media
noche era por filo, poco más a menos, cuando don Quijote y Sancho
dejaron el monte y entraron en el Toboso. Estaba el pueblo en un
sosegado silencio, porque todos sus vecinos dormían y reposaban a
pierna tendida, como suele decirse. Era la noche entreclara, puesto
que quisiera Sancho que fuera del todo escura, por hallar en su
escuridad disculpa de su sandez. No se oía en todo el lugar sino
ladridos de perros, que atronaban los oídos de don Quijote y
turbaban el corazón de Sancho. De cuando en cuando rebuznaba un
jumento, gruñían puercos, mayaban gatos, cuyas voces, de diferentes
sonidos, se aumentaban con el silencio de la noche, todo lo cual tuvo
el enamorado caballero a mal agüero; pero, con todo esto, dijo a
Sancho:
—Sancho
hijo, guía al palacio de Dulcinea: quizá podrá ser que la hallemos
despierta.
—¿A
qué palacio tengo de guiar, cuerpo del sol —respondió Sancho—,
que en el que yo vi a su grandeza no era sino casa muy pequeña?
EL INGENIOSO HIDALGO
DON QUIJOTE DE LA MANCHA (2ª Parte. Capítulo 9)
Miguel de Cervantes.
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